Coki sobrevivía en las calles del centro de la ciudad, llena de parásitos, buscando entre la basura algo con qué calmar el hambre y sin hogar. Un rescatista la ayudó a salir de allí, pero creció mucho y ya no podía tenerla. Así llegó a la fundación... se convirtió en un perrito grande y fuerte, juguetón; es amoroso, cariñoso y muy sociable.